8 pasos para afrontar tus miedos y tener éxito en la vida

Publicado el 06-11-2018

Es normal tenerle miedo a algo o incluso, a muchas cosas. Pero todos sabemos que es algo que nos frena de alcanzar nuestras metas y por ende, el éxito que añoramos. Así que una de nuestras grandes interrogantes es: ¿cómo puedo afrontar mis miedos?

Nuestro invitado de hoy, Francisco Javier Martinez Fernández, te mostrará los 8 pasos necesarios para afrontarlo y así tengas éxito finalmente en tu vida. 

 

La sensación de miedo es una respuesta vital y adaptativa un supuesto peligro físico o emocional. Si no sintiéramos miedo, no podríamos protegernos de las amenazas que nos rodean.

Sin embargo, en ocasiones nos ocurre que experimentamos temor y ansiedad ante situaciones que quedan muy lejos de ser realmente peligrosas y acabamos quedándonos atrás sin una buena razón.

A lo largo de nuestra vida aprendemos de las situaciones que vivimos, y los traumas y las malas experiencias vitales pueden desencadenar respuestas de miedo dentro de nosotros que resultan muy difíciles de aplacar.

Pero no todo el miedo es malo, y siempre tenemos la opción de aprender cómo afrontarlo. Así que en este artículo descubriremos para qué sirve el miedo y cómo podemos afrontarlo.

 

¿Qué es el miedo y para qué sirve?

El miedo es un sentimiento provocado por la percepción de un peligro o amenaza que suele estar acompañado de toda una serie de cambios en las funciones metabólicas y orgánicas de nuestro cuerpo y, además, comporta también un cambio en el comportamiento de la persona que lo experimenta.

Aunque el miedo es una respuesta propia de prácticamente todos los seres vivos, en las personas puede aparecer como consecuencia a un estímulo específico que ocurre en el presente o en anticipación o expectativa de una amenaza futura, la cual es percibida como un riesgo físico o psicológico.

Algunos de estos miedos que tienen que ver con la idea de una amenaza o riesgo futuros, son conocidos como ansiedad.

El miedo y la ansiedad pueden durar un corto periodo de tiempo y luego desaparecer, o bien permanecer durante semanas, meses o incluso años, haciendo que la persona se quede atrapada en ellos.

Si bien es cierto que experimentar cierto grado de miedo es adaptativo y puede servir como motor para la acción y para conseguir cambiar aquello que no nos gusta o nos perjudica, cuando este sentimiento nos abruma podemos intentar evitar las situaciones que nos asustan, nos provocan ansiedad e incluso paralizarnos.

Sin embargo, aunque las dinámicas emocionales y de comportamiento que produce el miedo pueden ser difíciles de romper, hay varias formas de hacerlo. Existen algunas técnicas que no ayudan a aprender a sentirnos menos afectados por el miedo y favorecen que este sentimiento no nos impida conseguir nuestras metas o deseos.

 

 

¿Por qué no debemos reprimir o evitar este sentimiendo?

En la mayoría de los casos en los que experimentamos miedo, utilizamos tantas energías en intentar acallar o evitar esta sensación que perdemos la oportunidad de afrontar nuestros problemas y poder resolverlos.

Como consecuencia, esto nos lleva a una vida que, progresivamente, se vuelve más pequeña y limitada.

En lo referente a ciertos tipos de miedos y ansiedades relacionadas con eventos cotidianos, la evitación es una mala estrategia tanto para nosotros mismos como para nuestro cerebro. Cuando sentimos miedo y evitamos la situación que lo provoca, nos habituamos a eludir este sentimiento y, por lo tanto, corremos el riesgo de que este se refuerza con el tiempo.

Si, en cambio, nos probamos a nosotros mismos que podemos superarlo y conseguimos transformar ese temor en una experiencia positiva de aprendizaje, será mucho más probable que en el futuro este temor sea mucho más leve o, incluso, que desaparezca por completo.

Convirtiéndonos en personas capaces a enfrentarnos a cualquier situación, aunque esta nos provoque algo de temor.

 

 

Los trece tipos de miedos más comúnes

La organización YouGov UK de Gran Bretaña hizo una encuesta entre la población británica para desvelar que es lo que realmente causa miedo a las personas. Gracias a esta podemos conocer cuáles son de mayor a menor los trece miedos más comunes.

En primer lugar, aparece el miedo a las alturas o acrofobia. La mayoría de las personas que expresan este miedo dicen sentirse inseguras cuando están en la cima, ya sea en una escalera, balcón u otro sitio.

En segundo lugar, está el miedo a las serpientes u ofiodiofobia. Lo curioso que ocurre a las personas que sufren de este miedo es que muchas de ellas no necesitan visualizar una serpiente real, aparece el miedo incluso con serpientes de juguete o sólo con pensar en ellas.

En tercer lugar, el miedo a hablar en público o glosofobia, que paraliza a muchísimas personas.

Cuarto lugar, para el miedo a las arañas o aracnofobia. Es más común que se de en mujeres que en hombres aunque parece que el número de hombres que la padecen aumenta en los últimos años.

El miedo a los espacios pequeños o claustrofobia es quinto entre las fobias de las personas que, ante la idea de estar encerrados en algún lugar, ya comienzan a sentir que les falta la respiración.

El conocido actor Matthew McConaughey cuenta en varias entrevistas como padece de un tipo de claustrofobia bastante particular. Le aterran las puertas giratorias.

Uma Thurman también sufre de claustrofobia. La actriz tuvo que enfrentarse a sus miedo el día en que rodó «Kill Bill» en la archiconocida escena en la que trata de escapar de un ataúd ya que había sido enterrada viva por uno de sus muchos enemigos a los que se enfrenta en la maravillosa obra de Quentin Tarantino.

 

 

Si alguien ha pensado por un momento que hemos olvidado a los simpáticos (para alguien) roedores, bueno, no es así. El miedo a los ratones o musofobia se coloca en el sexto lugar del ranking.

¿Qué pasa con el miedo a las agujas? La llamada belonefobia, quizás poco conocida, se coloca en el séptimo lugar, afectando a personas que, por ejemplo, deben recibir una inyección. Pero no solo eso, esta fobia te hace estremecer ante el pensamiento o la vista de un objeto afilado como una aguja, un afiler, cuchillos y similares que puedan causar heridas sangrantes.

En el octavo lugar está el miedo a volar o pteromeranophobia si el miedo concierne a todas las formas de vuelo. Si el temor se refiere solo a volar en un avión, se llama aerofobia, que es la más extendida.

En noveno lugar encontramos una fobia conocida: a los espacios abiertos o agorafobia.

Las personas que sufren esta fobia a menudo temen que no puedan refugiarse de inmediato en un lugar que se considere seguro y que los espacios abiertos no puedan ofrecer.

En el mismo lugar está el miedo a las multitudes o enoclofobia, que hace sentir a las personas que se encuentran en medio de tanta gente gran incomodidad.

Un temor inusual es el que encontramos en el décimo lugar. Este sería el miedo a los payasos o coulrofobia que a menudo se da entre los adolescentes y los adultos. Este miedo. según el psiquiatra Steven Schlozman, de la Facultad de Medicina de Harvard, la sonrisa permanente y horripilante puede producir disonancia cognitiva en nuestra mente:

“Nuestra mente interpreta que las sonrisas en general son positivas; no obstante, no es posible sonreír todo el tiempo, porque de ser así, algo falla. Gracias al comportamiento de las personas podemos interpretarlas, pero si el aspecto de las personas o su comportamiento no varían, se convierten en terroríficas”.

Johnny Depp es conocido por sufrir este miedo a este personaje que en principio debía alegrarnos la vida.

Paradójicamente otra fobia tan antigua como el mundo es el miedo a la oscuridad, o nictofobia, que sin embargo ocupa solo el undécimo lugar. De este miedo hay poco que decir porque al menos una vez en la vida, cuando éramos niños hemos sufrido el temor a la oscuridad.

En el duodécimo lugar está el miedo a la sangre o hemofobia. Este miedo hace que tiemblen las piernas de cualquier persona que escuche simplemente la palabra sangre.

El conocido miedo a los perros o cinofobia, ocupa la última posición. Un lugar de clasificación que quizás muestre cómo la relación con el mejor amigo del hombre ha evolucionado con el tiempo, siendo el perro un animal cada vez menos temible.

 

 

¿Cómo podemos afrontar nuestros miedos?: 8 pasos

Sea lo que sea aquello que nos asuste, existen algunas técnicas que nos pueden ayudar a lidiar con nuestros temores y ansiedades cotidianas.

A continuación, te ofrezco una serie de claves o consejos para afrontar y superar nuestros miedos cotidianos.

En el caso de padecer un temor más intenso o extremo, como en el caso de una fobia o una ansiedad generalizada, será necesario acudir a la consulta de un profesional en psicología que nos guía y ayuda a encontrar el tratamiento más adecuado a estas afecciones.

 

1. Tómate tu tiempo

Cuando el miedo o la ansiedad nos inundan, resulta muy complicado pensar con claridad. Para resolverlo, lo primero que debemos hacer es tomarnos nuestro tiempo para que la intensidad de estas emociones se alivie y permitirnos que fluya hasta que nos permita pensar mejor.

Si nos alejamos de la preocupación que nos produce ansiedad durante unos pocos minutos (10 o 15 bastarán), podremos calmar nuestros ánimos y pensar mejor qué alternativas de actuación tenemos.

 

2. Respira

Si comenzamos a percibir cómo el miedo empieza a afectarnos físicamente, con un incremento de la tasa cardiaca, aumento de la sudoración, palpitaciones, entre otras cosas; la mejor opción es tratar de no combatir estos síntomas ya que, contrariamente a lo que creemos, esto solo facilitará que acabemos siendo víctimas de ellos.

En estos casos, la alternativa más eficaz es la de quedarnos donde estamos, sentir este temor sin dejar que nos domine, colocando la palma de la mano sobre nuestro estómago y respirando lenta y profundamente.

El objetivo es ayudar a nuestra mente a acostumbrarse a afrontar una situación de pánico. Esto es lo que consigue quitarle intensidad a la emoción de miedo o terror.

 

 

3. Enfréntate a tus miedos

Evitar los miedos cotidianos sirve para asustarnos más y dejar que estos prosperen.

Cuando se trata de miedos cotidianos, si nos enfrentamos a ellos, estos deberían de comenzar a desvanecerse.

 

4. Intenta imaginar lo peor

Otra de las técnicas que resultan de gran utilidad a la hora de enfrentarnos a nuestros miedos es imaginar qué es lo peor que podría pasar y, además, analizar las posibilidades reales de que esto realmente ocurra.

Además de ser más concientes de que, seguramente, no existe un riesgo real, podremos elaborar posibles estrategias de actuación para las diferentes alternativas a las que nos enfrentemos.

 

5. Visualizar un lugar seguro

Cuando comencemos a sentir que el miedo invade nuestro cuerpo y nuestra mente, podemos tomarnos un pequeño espacio de tiempo para cerrar los ojos e imaginar que nos encontramos en un lugar seguro y en calma.

Durante este periodo de tiempo, dejamos que los sentimientos positivos que nos transmite este lugar nos calme, hasta que nos sintamos más relajados.

 

6. Habla con alguien

Compartir nuestros miedos con otras personas puede ayudarnos a quitarles mucho peso y a encontrar diferentes puntos de vista a lo que nos ocurre.

Si no podemos compartirlos con un familiar, un amigo o una persona de confianza, no debemos dudar en acudir a la consulta de un profesional de psicología, el cual nos proporcionará asesoramiento o ayuda.

 

 

7. Evita evadirte de la realidad

Muchas personas recurren al alcohol o las drogas para evadirse de la realidad y aliviar la sensación de miedo o ansiedad. Sin embargo, esto solamente empeorará nuestra situación.

 

8. Otórgate una recompensa

Finalmente, cuando hayas conseguido enfrentarte a tu miedo, date un capricho o una recompensa. No importa si las cosas no han salido como querías o esperabas, el hecho de haber superado tu miedo haberse enfrentado a la situación que temías te convierte en una persona todavía más valiente y eso es algo que debe ser recompensado.

 

“No tengas miedo de los errores. Conocerás el fracaso. Sigue explorando”, Benjamin Franklin.

 

Soy Francisco Javier Martínez Fernández, Licenciado en Psicología, Máster en Psicopatología Clínica por la Universidad Ramón Llull, Máster en Mediación Comunitaria por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster en Intervención Psicosocial por la Universidad de Barcelona.

 

 

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